Mirarnos, encontrarnos y caminar
¡Hola! Te invitamos a realizar un viaje por los senderos de la reconciliación que hemos forjado juntas y juntos, durante más de 10 años en Latinoamérica y el Caribe. Tenemos suficientes motivos para seguir creyendo y creando comunidades justas y reconciliadas, donde las fronteras sean espacios de encuentro.
¡Construyamos los siguientes pasos posibles!
¿Cómo reconciliar, en medio de la guerra, las graves violaciones de Derechos Humanos y las violencias generalizadas que están generando movilidad forzada?
Esta pregunta nos ayuda a pensar nuestra presencia en medio de las comunidades, así como nuestro modo de trabajar, nuestras estrategias, proyectos y sueños conjuntos.
La reconciliación no lo soluciona todo, pero ayuda a ver más allá e imaginar un futuro compartido.
La reconciliación brinda la posibilidad de confiar, creer y sostener la esperanza en escenarios difíciles y violentos.
La reconciliación promueve comunidades que viven y lideran sus propios procesos para reestablecer relaciones justas.
La reconciliación hace parte de la misión de acompañar, servir y defender a las personas refugiadas, migrantes y desplazadas forzadas.
La reconciliación es un proceso vivo y palpable que se siente en el cuerpo.
La reconciliación empieza por cada persona, pero se sostiene en comunidad.
La reconciliación regional es intercambio entre diversidades: por eso hablamos de reconciliaciones.
La reconciliación no es una meta, sino un camino que se elige cada día.
La reconciliación hace de lo personal algo político, y abre posibilidades
de leer las realidades desde distintas perspectivas.