La reconciliación promueve comunidades que viven y lideran sus propios procesos para reestablecer relaciones justas.
La reconciliación hace parte de la misión de acompañar, servir y defender a las personas refugiadas, migrantes y desplazadas forzadas.
La reconciliación empieza por cada persona, pero se sostiene en comunidad.
La reconciliación no es una meta, sino un camino que se elige cada día.
La reconciliación regional es intercambio entre diversidades: por eso hablamos de reconciliaciones.
La reconciliación brinda la posibilidad de confiar, creer y sostener la esperanza en escenarios difíciles y violentos.
La reconciliación hace de lo personal algo político, y abre posibilidades
de leer las realidades desde distintas perspectivas.
La reconciliación es un proceso vivo y palpable que se siente en el cuerpo.
La reconciliación no lo soluciona todo, pero ayuda a ver más allá e imaginar un futuro compartido.