DÍA DEL JRS: homenaje al padre Arrupe, SJ, fundador visionario del JRS

14 noviembre 2024

El 14 de noviembre marca el aniversario del nacimiento del padre Pedro Arrupe (14 de noviembre de 1907) y tiene un significado especial para el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), un ministerio apostólico que fundó para atender las necesidades de los refugiados y desplazados. Coincidiendo con el aniversario del JRS (14 de noviembre de 1980), esta ocasión invita a reflexionar sobre los orígenes del JRS, su alcance global y su compromiso permanente con la reconciliación y la justicia. 

Una visión que nació de la compasión 

A finales de los años 70, para responder a la crisis de los refugiados vietnamitas, el padre Arrupe, SJ, sintió una profunda llamada a la acción, afirmando: «esta situación es un reto que no podemos ignorar». Guiado por el discernimiento y las consultas con la Compañía de Jesús y expertos externos, fundó el JRS. Se imaginó una Misión que trascendiera la ayuda material, declarando: «la ayuda que se espera de nosotros no es meramente material; la Compañía está especialmente llamada a proporcionar asistencia humana, educativa y espiritual». Este fundamento fundó el JRS, «un nuevo apostolado moderno para la Compañía en su conjunto», como una misión para satisfacer las necesidades físicas, emocionales y espirituales y para construir un futuro de dignidad y resiliencia junto a las personas desplazadas por la fuerza. 

Una comunidad global unida por la misión 

La visión del padre Arrupe sigue inspirando a personas de todos los orígenes, unidas por una misión compartida. El JRS reúne a jesuitas, religiosos, laicos, voluntarios e incluso refugiados que se ofrecen para servir a los demás, todos comprometidos a acompañar, servir y defender a las personas desplazadas por la fuerza para que puedan sanar, aprender y determinar su futuro. 

La inclusión es fundamental para el JRS, donde creyentes y no creyentes colaboran en solidaridad. Guiado por el valor del acompañamiento, el personal del JRS camina junto a aquellos a quienes sirve, honrando la dignidad y la resiliencia de cada persona. Esta práctica de acompañamiento, profundamente arraigada en la espiritualidad ignaciana que el padre Arrupe apreciaba, llama a los integrantes del JRS a trabajar con compasión, empatía y respeto. Respalda el compromiso del JRS de fomentar la esperanza y la dignidad y sienta las bases para unas relaciones transformadoras con las comunidades desplazadas. 

Una misión de reconciliación y justicia 

El padre Arturo Sosa, actual superior general de la Compañía de Jesús, nos recordó recientemente que el JRS, como apostolado jesuita, está comprometido con la reconciliación y la justicia. En línea con las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) de la Compañía de Jesús —mostrar el camino a Dios, caminar con los excluidos, caminar con los jóvenes, y cuidar de nuestra casa común—, el JRS ayuda a las personas desplazadas a encontrar la reconciliación con Dios, consigo mismas, con los demás y con la creación. Esta misión está íntimamente relacionada con el encender la esperanza en las vidas de las personas desplazadas por la fuerza, que encarnan el profundo sufrimiento humano y la resiliencia. El JRS fomenta «relaciones justas» que curan las divisiones entre los refugiados y las sociedades que los acogen, así como dentro de las propias comunidades. Como ha subrayado el Papa Francisco, «el verdadero desafío no es solo sobre los migrantes, sino sobre la humanidad en su conjunto». Al responder a los «signos de los tiempos» revelados a través de las luchas de los más vulnerables, el JRS responde a una llamada más amplia a la justicia, desafiándonos a todos a construir un mundo más humano y compasivo. 

Una vocación de servicio: un camino hacia Dios 

Para muchos en el JRS, este trabajo es más que un empleo; es una vocación. El personal del JRS suele decir que, a través de los encuentros con los refugiados, «a menudo nos encontramos con Dios», siendo testigos de su protección y encontrando al Dios vivo en acción. Esta experiencia vivida resuena con el mensaje del papa Francisco para el Día del Migrante y del Refugiado 2024, recordándonos que, al igual que Dios guió a los israelitas durante el Éxodo, Él camina junto a los migrantes de hoy, ofreciéndoles consuelo y fuerza. Con frecuencia, los migrantes experimentan a Dios como compañero, descubriendo la esperanza en medio de la desesperación. Cada encuentro, como subraya el papa Francisco, es un encuentro con Cristo, que se identifica con el extranjero y el marginado. Arraigados tanto en nuestra experiencia como en el mensaje del Papa, creemos profundamente que estos encuentros son oportunidades llenas de gracia para extender la compasión y reconocer el rostro de Cristo en aquellos a quienes servimos. Esta esperanza se extiende más allá de aquellos a quienes servimos para incluirnos a nosotros mismos, ya que el personal del JRS experimenta el amor perdurable de Dios a través de los retos a los que nos enfrentamos juntos. La resiliencia de aquellos a los que acompañamos nos da un sentido renovado a nuestros viajes, profundizando nuestra comprensión de la gracia de Dios y transformando nuestros corazones en el camino. 

La visión del padre Arrupe: una inspiración duradera 

Como creía el padre Arrupe al fundar el JRS, Dios nos llama a través de los desplazados forzosos quebrantados y heridos; servirlos es tanto un privilegio como una bendición. Su visión del JRS exige un profundo reconocimiento de nuestra humanidad compartida con aquellos que se encuentran en situaciones vulnerables, una base para encuentros auténticos y llenos de esperanza. Él imaginó una misión que viera a las personas desplazadas no solo como receptores de ayuda, sino como seres humanos merecedores de compañía y empatía. 

Hoy, esta visión sigue guiando al JRS, sostenida por su legado y el fiel acompañamiento de sus sucesores. El JRS sigue comprometido con los más vulnerables, recordándonos que el servicio es un camino hacia la reconciliación, la conversión y la transformación personal. 

Este 14 de noviembre, honremos la memoria del padre Arrupe, cuyo espíritu sigue vivo en el trabajo del JRS. Que su ejemplo nos inspire para llevar adelante esta misión de justicia, reconciliación y humanidad compartida para el mayor servicio de Dios y el bienestar de todas las personas.