Con el aumento de la migración forzada en toda la región debido a las malas condiciones económicas y políticas, así como a los desastres relacionados con el clima, nuestro personal responde a las necesidades más inmediatas y a largo plazo de las personas refugiadas. Ofrecemos programas dedicados a la educación, medios de vida, reconciliación, incidencia, y salud mental y apoyo psicosocial.

El JRS LAC forma parte de la Red Jesuita con Migrantes, una red de la Compañía de Jesús que depende de la Conferencia de Provinciales de América Latina (CPAL). La red busca colaborar a nivel continental, regional e interprovincial para apoyar a las personas refugiadas, migrantes y desplazadas forzadas en la región.

El JRS Colombia también acompaña a las personas refugiadas en los difíciles procesos legales, ofreciéndoles información sobre sus derechos e instituciones, y protección integral.

En la casa de acogida La Argelia, en Quito, las mujeres desplazadas, muchas de ellas supervivientes de la violencia de género, encuentran redes de apoyo y la oportunidad de desarrollar habilidades y conocimientos para construir su autonomía. El personal del JRS en Ecuador participa en un proyecto de investigación más amplio del JRS LAC para mejorar la atención en los pasos fronterizos.

La difícil y angustiosa experiencia del desplazamiento forzoso denota la necesidad de servicios psicosociales y de salud mental para las personas refugiadas que el JRS atiende de forma individual, familiar, grupal y comunitaria.

Para hacer frente a los fracasos económicos y a la violencia generalizada, el JRS Venezuela se centra en la cohesión social, como la Caravana Cultural por la Hospitalidad, un proyecto artístico que cuenta con la participación de artistas que visitan las comunidades para generar espacios de interacción cotidiana en torno a la cultura de la hospitalidad, la acogida y la integración regional.

La adopción de políticas migratorias más restrictivas, controles más estrictos en los pasos fronterizos y prácticas de externalización de las fronteras están dificultando el acceso legal a los países para la mayoría de las personas que buscan refugio, lo que provoca que más personas se vean obligadas a viajar por rutas irregulares y peligrosas. Entre ellas, las niñas y adolescentes son especialmente vulnerables a la violencia de género, la violencia sexual, la trata y el tráfico con fines de explotación sexual.